Descubrimiento del Perú: un crisol grandioso de culturas y paisajes

5. Los sitios archeológicos de Pucará y Raqchi, el barroco andino en Andahuaylillas

 

Me alegré de hacer la etapa siguiente hasta Cuzco en bus a lo largo del antiguo camino inca. Tomamos un bus turístico, es decir que un guía comentó en español y en inglés los puntos interesantes y los monumentos visitados en cada parada durante el viaje de diez horas. Aunque debí soportar el trámite turístico – como se pudo notar hasta ahora no me gusta mucho estar en la multitud – disfruté muchísimo el recorrido. El bus paró en Pucará, en el paso La Raya, en las ruinas de Raqchi, en Urcos y en Andahuaylillas antes de llegar a Cuzco.

A través de mis lecturas al preparar mi viaje a Perú me asombré de la gran cantidad de culturas antiguas que poblaron el país y me pareció una lástima limitar mis visitas de sitios arqueológicos a las pocas culturas previstas en el recorrido. Sin embargo, fuimos premiadas en esta etapa hasta llegar a Cuzco, pues pudimos ver muchos restos arqueo-lógicos. La primera parada en Pucará, el sitio de una cultura que acabó en el siglo VI d.C. y cuyo Museo Lítico visitamos, alberga estelas, esculturas y monolitos sobre todo antropomorfos que se destacan por la crueldad de las escenas representadas. Además de los artefactos expuestos en el museo me llamó la atención una frase del joven guía que cuidó de nosotros. Nos mostró su cara y apuntó a su dentadura, más precisamente a sus dientes caninos que sobresalen porque son más largos y delante de los otros. Nos indicó que esta particularidad era un signo de la etnia polinesia, lo que probaba, que él, hijo de Pucará, tuvo antepasados de Polinesia. Formuló la tesis de que no llegaron directamente a Suramérica sino que pescadores o aventureros salieron de la Isla de Pascua, que per-tenece a la Polinesia, y se establecieron en América del Sur. Aunque Pucará no está situado cerca de la costa, hay un hecho lógico que muestra la conexión entre Pucará y la Isla de Pascua, pues en «la costa del Pacifico se han encontrado evidencias Pucara en los valles de Moquegua y Azapa (Arica – Chile)» (Wikipedia). Aparentemente hay una influ-encia pascuense o rapanui en las obras que están expuestas en el Museo Lítico. Respecto al joven guía que se refiere a sus origines polinesios, se podría suponer que tiene estos rasgos específicos porque sus antepasados fueron víctimas de los traficantes peruanos de esclavos que importaron en el siglo XIX mano de obra barata para trabajar en la agricultura. En la duda prefiero por supuesto la hipótesis del aventurero.

Después de recorrer el paso La Raya (4338 msnm) que forma la línea divisoria de las aguas entre el Pacífico y el Atlántico, nos paramos a visitar las ruinas de Raqchi. Se trata de un sitio arqueológico incaico en adobe que asombra por las dimensiones del templo que se llama el Templo de Viracocha: «Tiene una enorme estructura rectangular de dos pisos que mide 92 metros de largo por 25,5 de ancho.» (Wikipedia) Antes de ser destruida por los Españoles, se puede decir que el templo tenía el techo más grande en el imperio incaico. Además, el sitio no consta solamente del edificio religioso, sino también de un complejo económico abarcando almacenes alineados de planta circular, un fenómeno raro porque los Incas solían construirlos de forma cuadrada, en los que se guardaban grano, pescado, carne y otras reservas de nutrición.

La parte que se extiende 50 kilómetros al sur de Cuzco y que participa de la ruta del barroco cuzqueño me encantó particularmente y, para mi vergüenza, me obliga a aprobar la intervención de los jesuitas en el proceso de colonización de los Andes, pues gracias a este acto bárbaro se construyeron iglesias muy hermosas que no existen en ningún lugar que conozca. La Iglesia de San Pedro Apóstol en Andahuaylillas y el templo de Canincunca con la Capilla de la Virgen Purificada en Urcos son dos ejemplos del barroco andino. Tal vez me equivoco de templo y lo confundo con el Templo de San Juan Bautista en Huaro. En el fondo no importa porque están construidas y decoradas en el mismo espíritu que muestra el contraste entre el renacimiento popular en el exterior y el barroco en el interior. Sin embargo, la Iglesia de San Pedro Apóstol destaca por su rique-za decorativa en la fachada frontal. A pesar de su sencillez los edificios se imponen a la mirada. Su volumen armonioso y sobrio cabe en el entorno del pueblo y gracias a las proporciones tiene en cuenta la vida sencilla de la población rural. Ubicados sobre una plataforma empedrada y enlucidos de yeso blanco, sus portales coloreados o de piedra roja subrayan la entrada para invitar al parroquiano a visitar la iglesia.

Precisamente al ingresar al templo el visitante se queda embobado por el espectáculo que nunca habría podido vislumbrar desde el exterior: son fuegos artificiales de color, de sombra, de pan de oro, de escenas bíblicas, de lo sagrado cristiano mezclado con la ico-nografía de la mitología de los Incas que adornan las paredes, los muros y los techos sin que ningún espacio esté exento de decoración, una abundancia que había visto ya en la Capilla de San Ignacio en Arequipa pero que allí, y en otro estilo, se apuntaba hacia otro público más bien español porque esta Capilla era originalmente la sacristía de la Iglesia de la Compañia de Arequipa.

!Que maravilloso, imponente, lleno de contraste este arte que encontré durante el viaje!

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