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¿Qué es mejor? Ser arquitecto o arquitecto estrella

En la lengua alemana – en Suiza por lo menos – se usa en los medios más y más nombres de profesiones compuestos con la palabra star, lo que significa estrella, para designar a algunos hombres conocidos y llegados al olimpo de su profesión. Sí, se trata generalmente de hombres de pelo blanco, a las mujeres se les otorga este privilegio muy raramente. Hay abogados estrellas, diseñadores estrellas, jueces estrellas, cocineros estrellas, aún autores estrellas, pero sobre todo arquitectos estrellas.

No cabe duda de que el otorgamiento de estrellas muestra la excelencia de la persona así honrada. Pensemos en el Walk of Fame en Los Ángeles que celebra 2704 personalidades del sector recreativo, pensemos en las estrellas que solicitan a cada usuario de internet al evaluar su búsqueda en la red. Por otro lado, el empleo de estrellas para marcar el valor se usa desde hace poco y parece ser un fenómeno relacionado con el aumento de la importancia de los medios de comunicación. Sin embargo, aunque nada justifique el calificativo de estrella para cada profesión, parece que el arquitecto disfruta de una consideración particular y merece que se le atribuya esta estrella para destacarlo de la masa de sus compañeros de trabajo. Las obras del arquitecto estrella llevan ese sello que permite reconocerlas a primera vista en cualquier lugar del mundo. Su comitente se encuentra en el sector privado o público, dependiendo de la función que se espera del encargo.

Dos arquitectos con el predicado de estrella demuestran perfectamente el motivo de esta distinción. Quisiera presentar a dos arquitectos que me encantan. Frank Gehry, canadiense y estadounidense, me seduce porque rompe las líneas rectas que se suele usar en la arquitectura convencional para convertirla en una arquitectura que se llama el deconstructivismo: las superficies planas están en ángulo, los espacios se inclinan o ejecutan una torsión de manera que el caminante se mueva en espacios internos confluyentes. El lenguaje expresionista de Frank Gehry rompe con la geometría, deconstruyendo la estructura y la forma para someterlas a otra construcción. La Fundación Louis Vuitton en Paris, el Museo Guggenheim en Bilbao o su última obra, el complejo cultural LUMA en Arles en el sur de Francia, ponen en evidencia el concepto revolucionario de ese nuevo estilo arquitectónico.

Al contrario del brillo un poco de lentejuelas que relumbra de la arquitectura de Frank Gehry, el japonés contemporáneo Shigeru Ban edifica objetos que destacan por su elegancia y su ligereza. Se sirve de la madera, un material flexible, gracias a la que su arquitectura se eleva como un juego de construcción con fósforos y deja penetrar la luz y el sol. Arquea y teje el material y lo cubre de una piel de aluminio y vidrio. Además utiliza papel, cartón, barro – este sobre todo en su patria –, lo que le permite reconstruir rápidamente los daños causados por los terremotos. Shigeru Ban es un arquitecto moderno que toma en cuenta la sustentabilidad que debería estar en la base de la vida en nuestra época.

Expuesto así, estos arquitectos son los primeros candidatos en recibir aquellas estrellas pues embellecen el entorno, ponen la tradición en duda e impulsan el crecimiento económico de una región o de un país atrayendo a los turistas. Sin embargo, no debemos dejarnos deslumbrar por esta constatación, pues un arquitecto no se halla solo, creando sus magníficas obras en una torre de marfil. Él trabaja en equipo y dispone de herramientas digitales que facilitan la representación gráfica de sus ideas. Naturalmente no es mi propósito menospreciar la importancia de la mano del artista, pues evidentemente hay arquitectos que son faros en el paisaje de la creación y merecen ser llamados estrellas.

Me refiero a mi fastidio cuando debo leer continuamente en los periódicos suizos el calificativo de estrella colgado en la solapa de demasiados arquitectos y, por tanto, es inevitable que surjan preguntas y dudas respecto a la legitimación y el valor del calificativo. ¿Cuánto tiempo conservarán el grado de estrellas? ¿Una desgracia o aun la muerte apagaría su luz? ¿Por qué no se atribuye post mortem a arquitectos geniales cuyas sus obras superan todo lo que existe en Europa, como Leonardo da Vinci o Gian Lorenzo Bernini, la distinción de estrella? En ningún caso quisiera perjudicar la increíble importancia que tiene la profesión, pero indudablemente se trata de un fenómeno de moda avivado por la visibilidad que dan los medios. Y, como siempre hacen los medios, han llevado este fenómeno al absurdo ya que el calificativo de estrella se otorgaba originalmente a los cantantes y actores de cine, es decir a los ídolos del sector recreativo, de manera que han puesto a los arquitectos al nivel de los artistas del espectáculo. En realidad, solo se consigue lo contrario a su propósito: devaluar el arte.

El tamaño de las pinturas

La pintura ha atravesado mi vida desde la adolescencia. A menudo acompañaba a mis padres a las exposiciones de pintura contemporánea abstracta, por las que tenían predilección. Así me familiaricé con las tendencias nuevas y crecí sin prejuicios contra lo nuevo. Pero pensándolo bien, puedo decir que me entusiasmaba fácilmente por todo lo que miraba. Además, durante mis estudios de historia del Arte adquirí el saber necesario para seguir mi examen sin, no obstante, haber logrado aguzar de manera satisfactoria mi espíritu crítico. ¿Fue falta de tiempo o falta de interés? Sea como sea. Sin embargo, me pregunté durante mucho tiempo por qué me gustaban, por así decirlo, exclusivamente las obras de gran tamaño en el arte abstracto. Pues es extraño que el tamaño de la obra pueda influir en el juicio que emito sobre el arte abstracto y en ninguna manera sobre el arte figurativo. La visita a la exposición sobre el pintor alemán Gerhard Richter, en la fundación Beyeler en Riehen, volvió a confrontarme con esa pregunta que ya me había hecho un año antes cuando había visto dos obras de la artista francesa Fabienne Verdier exhibidas en el Kunsthaus en Zurich.

Sus obras me pusieron en un estado de choque, de aturdimiento, de tensión emocional. Estuve cautivada por la fuerza, la energía que salía de los cuadros y de la que era imposible liberarme aunque estos dos artistas producen estilos inconfundibles, que no se pueden ni se deben comparar. Bueno, volviendo sobre la pregunta inicial, tengo que admitir que en ningún caso todos los grandes cuadros abstractos despiden tanta fuerza y emoción. Aunque no es una obra puramente abstracta tomo el ejemplo de uno de Los nenúfares de Claude Monet que está en el Musée de l’Orangerie en Paris: Su belleza provoca sencillamente una emoción inofensiva y beatifica. Además del tamaño ¿qué de diferente contienen estas obras? No es el color, pues las obras de Verdier de que se trata evocan la caligrafía china en blanco y negro. La fuerza violenta del acto creador que sentí al mirar las obras de Richter y Verdier se debe a otro factor que querría colocar en la elección de utensilios de trabajo poderosos. En efecto Richter necesita un rascador cortante y devastador que tiene el tamaño del lienzo, Verdier por su parte recurre a un pincel de dos metros hecho con numerosas colas de caballo que puede llevar hasta cien litros de pintura y que se mueve con un mecanismo semejante a una grúa. Usan herramientas que implican un acto atlético para realizar sus obras. Efectivamente planteo una pregunta justificada cuando delante de los cuadros reflexiono sobre la técnica de pintura, sino como explicar mi asombro y mi admiración. Pero, subrayando la importancia de los utensilios convierto la pintura en la hermana pequeña de la escultura.

Fabienne Verdier manejando su pincel, Bazaar Art, February 18, 2015

Para ilustrar mis declaraciones voy a describir los métodos de trabajo de estos artistas. Gerhard Richter pinta sobre telas de gran tamaño y pone varias franjas de color que se mezclan y se capan según su fluidez mientras las extiende horizontalmente con un rascador que tiene la altura del lienzo. Lo hace en un gesto como si quisiera sellar la superficie. Luego rasga y rasca las capas, destroza estas franjas y vuelve a cubrirlas con una nueva capa de color. Así genera una dinámica insólita, genera aplicaciones de color densas y crea una estructura compleja. La linealidad del gesto de Richter se opone a la centrifugidad del gesto de Fabienne Verdier. Como su dispositivo pesado y movible cuelga del techo y se maneja con un manillar, Verdier tiene que tomar impulso y en el acto canalizar la fuerza de la masa para producir en un movimiento los signos redondos. La intensidad y la precisión de su redondez dependen del control ejercido sobre la fuerza centrifuga del pincel. Tanto el uno como el otro idearon una técnica propia que les hace excepcionales.

Gerhard Richter, Wald, 2005, Artspecial Gerhard Richter, 2014

Pienso que hay otro argumento que explica mi emoción respecto a los dos artistas. Cuando estoy mirando obras grandes, me alejo de ellas, para crear distancia y percibirlas en su totalidad de modo que cuanto más lejos estoy menos intimidad se establece con la obra. Acercándome por el contrario hasta tener una distancia insignificante se abre un microcosmo que revela la obra en su profunda intimidad. Gracias a este ir y venir entre los dos modos de contemplación el espectador amansa la obra y se vuelve su amigo según las palabras del autor Saint-Exupéry.

Aunque mostré hasta qué punto los artistas controlan el proceso de creación, estoy convencida de que dejan mucho espacio al azar y otorgan todo el mérito a la propia obra.

Descubrimiento del Perú: un crisol grandioso de culturas y paisajes

 

4. El lago Titicaca

 

En la etapa siguiente fuimos al lago Titicaca, a un hotel que estaba situado en la orilla del lago. Al llegar noté cuatro caras conocidas que ya había visto en el restaurante del hotel en el Cañón del Colca y que pude muy pronto definir como provenientes de Suiza – al menos un tipo del grupo – porque reconocí las zapatillas de deporte de la marca ON. Cada Suizo auténtico lleva las ON para hacer deporte, para hacer turismo, para ir por la ciudad, para caminar. Es la marca por excelencia en la Suiza alemana, por lo menos, porque fue desarrollada por un ingeniero de la ETH en Zúrich y porque la población de esta parte de Suiza sigue la moda fuera de lo normal. Nicole les dirigió la palabra en suizo alemán, pero fue recibida fríamente. ¡Llevaba ON! y sobre todo parecía engreído. Dicho sea de paso, yo también  tiendo a comportarme así en la misma situación, pero soy yo y no este Suizo. ¿Por qué menciono a este grupo de compatriotas? Porque nos encontramos en los dos lugares, en el Cañón del Colca y en el hotel en la orilla del lago Titicaca sin tomar el mismo camino. A pesar de las apariencias no es una información de bagatela, pues gracias a que ellos habían tomado otro camino, del Colca a Puno directamente, pudieron ver otras cosas que nosotros nunca vimos, ya que nuestra agencia nos obligó a volver a Arequipa perdiendo así un tiempo muy valioso. Sin embargo, este hecho me permitió recibir una botella de vino que la agencia turística me regaló después de que me había quejado con respecto a este descuido de la organización.

Ahora volvemos al tema. Nuestra guía para la visita de la zona del lago Titicaca, Nelly, logró trasmitirnos su pasión por la cultura de los Uros de la que proviene. Nos explicó que las islas flotantes se construyen con totora, una planta acuática que crece en el lago, y que el pueblo uro sigue viviendo de acuerdo a la tradición ancestral, es decir, habita en las islas en viviendas de totora, se alimenta de la pesca en el lago, de la caza de aves y de la producción agrícola en las zonas alrededor de las islas. También truecan totora para obtener productos que necesitan. En los últimos años el turismo se ha incrementado mucho y ha contribuido al desarrollo de los servicios ofrecidos a los turistas, como por ejemplo el alojamiento en las viviendas, la cocina o la artesanía. Gracias a estos ingresos adicionales los niños pueden ir a la escuela y seguir estudiando en la universidad, lo que, no obstante, esconde el peligro de la despoblación de las islas y también en parte el peligro del desarraigo. En general, parece que la cultura uro, sin embargo, no va a extinguirse. La belleza del lago Titicaca no puede dejar indiferente a nadie. Su inmensidad, su carácter castizo y único, su tranquilidad le atribuyen un sitio privilegiado en mi corazón.

Durante el recorrido visitamos una pequeña isla donde vivía una familia grande. Fuimos acogidas con alegría, la mujeres, que están solas, nos mostraron sus espacios cotidianos, hablaron con nosotros, nos ofrecieron algo de comer. Pasamos unos momentos muy simpáticos. Empero, en la etapa final de la visita me confronté con un rasgo obtuso de mi carácter que conozco desde siempre. Nuestras anfitrionas destaparon las bolsas en las que se encontraban los objetos tejidos y bordados o los objetos de paja y de cerámica que presentaban a los turistas para comprar. Y sentí un poco de amargura, porque me sentí obligada a comprar cosas que no quería comprar y que, sin embargo compré mostrándome una vez más que no era leal conmigo misma. Es lógico que actúen así, y es claro que los turistas lo encuentren normal, y es terriblemente difícil superarme y reorientarme mentalmente para entender la realidad turística. Bueno, o dejamos ahí.

Ya he mencionado el mal de altitud en la entrada precedente. Aquí, en la zona del lago Titicaca estuvimos a una altura de 3800 metros y el mal de altitud le afectó a Nicole con una fuerza imprevista que nos obligó a llamar al médico después de la excursión por el lago. No era más que una piltrafa humana y yo, por suerte solamente, una media piltrafa, porque tenía solamente dolores de cabeza. El médico entró en la habitación, de paso calmo, grande, con la voz suave, como el salvador al que uno se va a entregar. Dijo que el mal de altitud era una lotería que tocaba a una de diez personas no acostumbradas a una altura muy alta. Además de inyecciones de un medicamento que no conozco, prescribió dos sesiones de oxígeno a Nicole y, de pasada, una para mí. Obraron milagros. Insistió en que bebiéramos cinco litros de agua por día, una cantidad poco realista que no pude lograr.

Por la noche recordé las magnificas imágenes de la naturaleza que me había encantado hasta ahora y pensé en como iba a superar los signos de mi cuerpo en los días futuros. Por lo menos sabía como remediar rápidamente la indisposición.

Gracias al aprendizaje del español le he encontrado gusto a poner mis experiencias por escrito. Las visitas a museos y galerías, las lecturas, los encuentros, más en general la vida, me ofrecen un campo de observación ideal que me gusta explorar para escribir mis textos. Espero que uno u otro tema te llegue a interesar.